La revolución digital ha llegado con fuerza a todos los sectores, y la Seguridad y Salud en el Trabajo (SST) no es la excepción. Hoy, términos como inteligencia artificial (IA), realidad virtual (RV), sensores inteligentes y plataformas de análisis de datos ya no son ciencia ficción, sino herramientas de tecnología en SST que prometen cambiar la manera en que prevenimos riesgos y cuidamos a los trabajadores.
Pero surge la gran pregunta: ¿estas tecnologías son verdaderos aliados del bienestar laboral o, por el contrario, representan una nueva amenaza que debemos vigilar con lupa?
La cara positiva: cuando la tecnología en SST salva vidas
La digitalización ha permitido avances impensables hace apenas una década. Ejemplos claros:
- Sensores inteligentes: Cascos y relojes que monitorean en tiempo real la temperatura corporal, el ritmo cardíaco o la exposición a gases tóxicos. En sectores como construcción o minería, estos dispositivos han evitado emergencias graves al alertar antes de un colapso o un accidente.
- Inteligencia Artificial: Algoritmos que analizan miles de datos de incidentes y condiciones laborales para predecir riesgos antes de que ocurran. Empresas de manufactura ya utilizan IA para anticipar fallas en maquinaria que podrían causar lesiones.
- Realidad Virtual y Aumentada: Plataformas de simulación que entrenan a los trabajadores en entornos seguros y realistas. Desde cómo evacuar una planta en un incendio hasta practicar la operación de grúas o maquinaria pesada, la RV ha reducido errores en la práctica real.
La tecnología, bien aplicada, tiene el potencial de salvar vidas, mejorar la formación y reducir costos por accidentes o enfermedades laborales.
La cara oscura: ¿un riesgo disfrazado de innovación?
Sin embargo, no todo lo que brilla es oro. También hay riesgos importantes que deben discutirse:
- Exceso de vigilancia: Los sensores que monitorean la salud del trabajador pueden convertirse en una forma de control invasivo. ¿Dónde está la línea entre prevención y violación de la privacidad?
- Sobrecarga tecnológica: El uso intensivo de plataformas digitales y sistemas de monitoreo puede aumentar el tecnoestrés, un riesgo psicosocial ya reconocido por la OIT.
- Desigualdad laboral: No todas las empresas pueden costear dispositivos de alta gama o sistemas de IA. Esto podría generar una brecha donde solo ciertas organizaciones ofrecen condiciones de trabajo realmente seguras.
- Falsa sensación de seguridad: Confiar ciegamente en la tecnología puede llevar a descuidar lo esencial: la cultura de prevención y el compromiso humano.
Casos prácticos que inspiran (y advierten)
- Construcción 4.0 en Singapur: Empresas de infraestructura utilizan cascos inteligentes que miden fatiga y exposición al calor. Resultado: reducción del 30% en incidentes por agotamiento.
- Realidad Virtual en hospitales de España: Personal médico entrena protocolos de emergencias sin poner en riesgo pacientes. Beneficio: mayor confianza y reducción de errores en situaciones reales.
- Fábricas en América Latina: Algunas compañías instalaron software de IA para monitorear productividad y riesgos. Sin embargo, varios empleados denunciaron estrés por sentirse observados las 24 horas.
Estos ejemplos nos muestran que la tecnología es un arma de doble filo: puede ser el mejor aliado, pero también el peor enemigo si se usa sin ética.
Equilibrar innovación y humanidad
La tecnología en SST debe ser vista como un instrumento complementario, no como un sustituto de la empatía, la formación humana y la cultura organizacional.
Adoptar IA, RV o sensores inteligentes sin un marco ético claro y sin políticas de privacidad robustas puede convertir un avance en una amenaza. Por el contrario, cuando la innovación se implementa con criterio, logra lo mejor de ambos mundos: trabajadores más seguros y empresas más sostenibles.
En conclusión, la tecnología no es en sí misma un aliado ni una amenaza. Todo depende de cómo la usemos. La pregunta que debemos hacernos no es si debemos adoptarla, sino cómo garantizar que esté siempre al servicio de las personas y no al revés.
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